Topares, la procesión de agosto con la Virgen de la Nieves (Foto: Rufino Sánchez)
Forasteras y forasteros, mis queridos topareños, amigas y amigos.
Es un honor para mí abrir este año las fiestas en honor de la Virgen de las Nieves, unas nieves andaluzas que cuando caen acaban en el Atlántico después de recorrer toda Andalucía, de Este a Oeste, llevadas por el río Guadalquivir.
Topares siempre ha sido un pueblo rico, aunque estuviera tan olvidado que parecía que no existiera. Los que mandaban (fuera) no se preocupaban de que existiera; mientras vosotros, los de dentro, no os dábais cuenta de vuestro poder.
En eso llegó una mujer valiente, una abuela aguerrida: María Serrano, doña María. Y doña María le escribió una carta a Franco. Para que os pusieran una carretera, para que os llevaran el agua a vuestras casas, para que las calles no estuvieran a oscuras y para que vuestros niños no tuvieran que irse (todavía niños) a estudiar fuera.
Topares existe porque, juntos, los topareños lo inventaron.
Antes de hacer periodismo fuí profesor de básica, maestro escuela en Topares antes de que Franco muriera. Topares era entonces una aldea perdida y olvidada de dos centenares de vecinos, pero que vibraba de calor humano y ganas de vivir. Aquellos dos fríos inviernos que pasé en Topares como maestro se me quedaron marcados. Luego pude comprobar que yo también dejé huellas aquí. Ésto es lo que me escribía, no hace mucho, un alumno mío de aquella clase de grandes y pequeños (mezclados) que me tocó enseñar.
Cuando te veía dar las noticias en Alemania, en Bruselas o en cualquier otro país, imaginaba cómo habías conseguido pasar de maestro de escuela de un pueblo, con máquina de fotos en ristre, a corresponsal de televisión en los lugares mas insospechados. (…)
Aquel alumno mío de Topares que hoy está escuchando, entre vosotros, reconocía que aprendió en aquella escuela destartalada y sin medios, la importancia del «esfuerzo para conseguir lo que te propones, del sacrificio para llegar, de la libertad con la que tienes que hacerlo, de la confianza en uno mismo.»
Mis queridos alumnos, mis queridos topareños: yo también os he llevado como referencia en estos años de corresponsal. En Berlín y en Nueva York; en Rabat o en Bruselas; en Beyrut, San Salvador o Puerto Príncipe, capital de uno de los países más pobres del planeta, con la gente luchando por sobrevivir, enfrentándose a las injusticias y al olvido de los poderosos. Como vosotros.
Una película que hicimos juntos, ‘Anticrónica de un pueblo‘ (Topares, 1975), sirvió para demostrar a España entera que existíais y que teníais futuro. Ahora sois una aldea global, con ayuda de internet.
Esta tarde estamos aprendiendo en este patio del colegio una lección de la Historia, de nuestra historia. Y me estoy acordando de gente como vosotros, muy lejos de aquí, que también reclaman sus derechos: el derecho a saber, el derecho a ser libre. Desde Topares me estoy acordando de México mientras ellos, allí, también han sabido de vosotros, de la anticrónica.
Desde el otro lado del charco, os están mirando. Topareños: no os calléis. Reclamad lo que os corresponde, no perdonéis nunca lo que os deben.
Nuestra película fue confiscada por la Guardia Civil, cuando la estábamos viendo juntos en el salón parroquial. Topares se convirtió ese día en Fuenteovejuna, todos a una, consiguiendo que el cabo no se llevara la anticrónica ni al maestro esposado por decir que no podíamos creernos lo que contaba la televisión.
Termino con la misma frase del pregón que yo mismo eché hace 35 en las fiestas de San Isidro, que nunca antes habían llevado pregón. Era mayo de 1975… y Franco vivía aún:
Los proyectos para que esta aldea salga del olvido ya están en las carpetas oficiales. Si estas líneas sirven para agilizarlos, será la primera vezque el anuncio de las fiestas trae carretera, agua, médico y teléfono a un pueblo.
(Pregón de José-María Siles en las fiestas de Topares, agosto de 2009)