No quiero contarles cómo nos sentimos los que tenemos que trabajar cada día en el barrio europeo, en el corazón de Bruselas y en el corazón de Europa. La última gracia que se les ha ocurrido a los arquitectos del Gobierno (belga) es subir tres centímetros el edificio del Résidence Palace, donde está el Centro Internacional de Prensa, para ampliar el Consejo. Cada vez que se reúnen los líderes europeos se diría que también se dedican a moverse entre andamios, en complejas coreografías de diseño estratégico con las que se va construyendo Europa.
España, dice Zapatero, estaría dispuesta a contribuir voluntariamente al fondo europeo de entre 5.000 y 7.000 millones de euros destinados a países en vías de desarrollo, empezando por los del Este miembros de la UE. Pero Hungría encabeza el grupo de disidentes que, una vez más, consideran insuficiente esa cantidad para firmar el acuerdo de Copenhague que deberá sustituir el protocolo de Kyoto. Seal the deal! reclama Naciones Unidas, pero para llegar a un acuerdo es necesario que alguien pague la factura.
Después de 24 horas de reuniones en Bruselas, los 27 se han despedido esta vez sabiendo que nada de lo que han hablado tiene fácil solución y que seguramente les espera una o dos cumbres extraordinarias antes de Navidad para resolver las divergencias sobre los cargos institucionales. Aparte del cambio climático y la financiación de los ricos, para que los países puedan adecuar sus estructuras a las exigencias de una economía sostenible.
Del resto ya sabíamos que no íbamos a poder dar noticias. El presidente de Europa (del Consejo Europeo en realidad), tendrá que esperar. Ahí se quedan, fumándose un puro, Tony Blair y Paavo Lipponen, Jan (HarryPotter) Balkenende y Jean-Claude Mr.Euro Juncker, aparte de don Felipe González… y los candidatos (menos identificables) para el puesto de Alto representante para la política exterior de la Unión.